En una sociedad justa, las políticas de envejecimiento deben de asegurar, en primer lugar, EVITAR LA EXCLUSIÓN Y EL SUFRIMIENTO CUANDO APARECEN LAS SITUACIONES DE VULNERABILIDAD. Reconocer las limitaciones y prestar la atención y los apoyos necesarios para evitar el deterioro personal y social son los mínimos exigibles, y consecuentemente son derechos que podemos reclamar como ciudadanos/as a cualquier edad.
Pero además de no sufrir daño, ni exclusión, ni discriminación por edad, la mejora de la esperanza de vida y el alargamiento del tiempo de vejez plantea el reto personal y social de transformar modos, costumbres, …en definitiva tipos de vida para VIVIR “VIDAS LOGRADAS”, QUE MEREZCAN LA PENA VIVIRSE Y PUEDAN SER ADEMÁS BENEFICIOSAS PARA CONSTRUIR COMUNIDADES HUMANAS INCLUSIVAS, donde la interdependencia sea una realidad que posibilita dar y recibir apoyos y cuidados en el propio entorno. Esta es la dirección que adopta II Plan Estratégico de Servicios sociales que en breve aprobará el Consejo de Gobierno.
Dibujar un futuro con sociedades más longevas y diversas, pasa inevitablemente por grandes transformaciones en nuestra manera de relacionarnos o en conceptos sobre los que se asienta nuestra sociedad, como el amor, la salud, el dinero, o la proyección de vivir la vejez y planificar el propio morir.