Un niño vallisoletano de 8 años inventa el implante auditivo ideal para apagar el silencio

Fecha

31/03/2019

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De mayor quiere ser «deportista y otorrino», aunque bien podría ser inventor. A sus ocho años, Fernando Linares es un pequeño vallisoletano y dominicano a partes iguales lleno de curiosidad, inquietud y desparpajo que ha ideado el implante ideal para esquivar todos los varapalos que conlleva la discapacidad auditiva. El silencio se adueñó de él tras su nacimiento, pero tras pasar por el quirófano y enfrentarse a los problemas que trae consigo una infancia ligada a esta discapacidad, Fernando disfruta de una vida normal gracias a sus dos implantes cocleares. Aunque el dispositivo le permite escuchar, podría ser aún mejor, por lo que el pequeño ha diseñado el que para él tendría las características perfectas. Lo hizo animado por el concurso ‘Ideas4ears’ que organiza la empresa MED-EL, que es la que fabrica sus implantes, y la idea gustó tanto que es una de las nueve ganadoras entre 341 niños participantes de todo el mundo.

Fernando lo tiene claro: «lo peor de mis implantes es que no se pueden mojar». Por eso su prototipo sería sumergible, pues quiere que le acompañe siempre que está en la piscina y, sobre todo, cuando practica surf en la costa asturiana. Otro problema es la batería, que dura unas ocho horas, por lo que el pequeño ha incluido entre las principales características del que sería el implante perfecto la autorrecarga con el movimiento. Por último y para evitar que el implante sea visible, el diseño del pequeño es interno al oído. Ideas de un niño que primero plasmó sobre el papel y después construyó con todo lo que tenía a mano. Una pajita, el alambre del pan de molde y una pequeña luz led que le quitó a otro de sus juguetes, todo ello cubierto por una capa de plastilina que hace las labores de aislante del agua componen el artefacto con el que sueña Fernando y que le haría la vida un poco más fácil.

Viaje a Austria

Lo enseña con orgullo y explica con timidez sobre una maqueta del oído interno que sus padres encargaron. Ellos le acompañarán a Innsbruck, en Austria, para visitar las instalaciones de la empresa que ha fabricado sus dos implantes cocleares. Este es el premio principal para los ganadores del concurso ‘Ideas4ears’ organizado por la empresa austriaca. «Con el número de serie te pueden decir quién fabricó un implante en concreto. Nos hace especial ilusión ir a Innsbruck para conocer a quién hizo los de Fernando». Lo comenta su padre, del que el pequeño heredó el nombre, quien no puede esconder el orgullo al contar el día a día de su «chiqui». Tampoco su madre, Sodi Tavárez, que explica que el pequeño Fernando «es consciente de lo que lleva y tiene mucha responsabilidad». Se refiere al continuo cuidado que tiene el niño para no mojar o romper sus dos audífonos, cada uno de un valor cercano a los 25.000 euros. Gracias a su cuidado, ya incluso cambiando el mismo las pilas recargables, la familia no ha tenido que lamentar ninguna rotura, aunque el joven inventor sí ha sufrido varios seromas (acumulación de líquidos) causados por el movimiento del imán interno.

Esto no pasaría si se pudiera construir su prototipo, pues al ir por dentro del oído no requeriría ese soporte. Son solo ideas de un niño que sueña con el implante auditivo perfecto, al que incluso antes de existir ya le ha puesto precio. «Tendría que valer como mucho 500 euros para que todos los que lo necesitasen pudieran tenerlo».

Quizá el diseño realizado por un niño de ocho años pueda servir para que en un futuro todos los problemas que Fernando quiere eliminar de los implantes desaparezcan. De momento va a hacer que él y sus padres viajen a Innsbruck a poner en común las experiencias con otras familias que se encuentran en situaciones parecidas. «Estoy muy contento de que mi implante haya sido reconocido» dice el pequeño Fernando. Sus padres reconocen que el mejor galardón lo recibieron hace tiempo. «Estamos contentos, nuestro premio es que sus implantes funcionan y el niño tiene un desarrollo prácticamente normal. Si no lo tuviera estaríamos hablando en lengua de signos con él. Ese es el premio. Lo de ir a Austria es secundario», explica su padre.

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