Un 95 por ciento de la población mayor vive en su propio hogar o con sus familiares y la mayoría de problemas de salud se resuelven en las consultas de Atención Primaria, pero entre un 10 y 15 por ciento de los mayores de 65 años están en riesgo de padecer discapacidad y dependencia, tal y como han argumentado en el marco del 36 Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) en A Coruña.
“Evitar la dependencia es intentar que los mayores alcancen la vejez con buena salud y que sean autónomas para poder realizar sus actividades cotidianas”, ha destacado el miembro del Grupo de Atención al Mayor de semFYC, Iñaki Martín Lesende.
Asimismo, “la atención primaria es el verdadero campo de cultivo de la fragilidad, ya que es el nivel sanitario donde la prevalencia general es mayor, y además en al menos el 60 por ciento de las veces se llega a una situación de dependencia de una manera progresiva y gradual sobre la que es viable intervenir”, añade.
ESTADO DE “FRAGILIDAD”
Una persona “frágil” es aquella cuya capacidad de resistencia y defensa es menor frente a factores que afectan a su salud, por lo que tiene mayor riesgo de sufrirlos y de tener repercusiones como la hospitalización, la cirugía o el inmovilismo.
“Es una persona que no tiene un deterioro funcional importante pero que tiene mayor riesgo del mismo; la funcionalidad, que es el modo en que desarrollan sus actividades habituales, es el factor principal para valorar el estado de salud de una persona mayor”, indica el doctor Lesende.
Por eso, el objetivo es “frenar esta fragilidad para retrasar lo máximo posible la dependencia porque son pacientes que aparentemente mantienen un estado de buena salud, pero que tienen una serie de condicionantes, como comorbilidad, hospitalización reciente o toma de muchos medicamentos que les expone a esta situación”.
ACTIVIDADES PARA MANTENER LA CALIDAD DE VIDA
“Aunque se considera que alguien es mayor a partir de los 65 años existe una franja de edad entre los 65 y los 80, o más, en la que cada vez más personas tienen buena salud y funcionalidad, por lo que es muy importante promover actividades preventivas para que sigan manteniendo esa buena calidad de vida”, insiste.
Un ejemplo sería “mantener la actividad física con una intensidad adecuada a las características de cada persona y una alimentación equilibrada fomentando la dieta mediterránea”.
A partir de los 75 u 80 es cuando aparecen con mayor intensidad los problemas de salud que generan discapacidad y donde se detectan más pacientes con pérdida reciente de la funcionalidad.
IDENTIFICAR EL RESTO DE FACTORES DE RIESGO
La pérdida de funcionalidad no es el único factor de riesgo al que se enfrentan. La edad avanzada, hospitalizaciones, caídas, alteraciones de la movilidad o del equilibrio, enfermedades osteoarticulares, sensoriales o cardiovasculares, debilidad muscular o poca fuerza, entre otras, son las causas de riesgo.ç
Entre los factores que contribuyen a la pérdida de capacidad funcional están los de carácter físico como enfermedades y limitaciones sensoriales; los psicológicos como la aceptación de síntomas como algo natural, y los propiamente sociales como el comportamiento de las personas cercanas.
“Es en el centro de salud donde se producen la mayoría de consultas, por lo que hay que intervenir sobre los factores de riesgo modificables y actuar cuando hay un deterioro funcional incipiente”.
Respecto al cuidado, “además de los planes que se realizan de manera selectiva sobre las personas mayores que han perdido funcionalidad y de las intervenciones preventivas, es recomendable revisar periódicamente su medicación habitual, y evitar en la medida de lo posible la polifarmacia”, explica el doctor.
ANCIANOS FRAGILES Y ANCIANOS CON DETERIORO EVIDENTE
Según los datos de un estudio presentado en el Congreso y llevado a cabo en centros de salud andaluces, cerca de la mitad presentaba un deterioro funcional y/o cognitivo y un riesgo social intermedio-elevado.
La edad media de los encuestados era de 77 años y padecian diversas patologías. El 25.4 por ciento habían sufrido más de una caída; el 43.5 por ciento auto percibía su salud como “regular”, y un 25.4 por ciento como “mala”. Por otro lado, el perfil del cuidador era una mujer (84%) con una edad media de 57 años y con hijos (54%) o cónyuges (36.5%).
Para este experto, hay que diferenciar entre “lo que consideramos ancianosEn el SID sugerimos utilizar la palabra o expresión Personas mayores en su lugar. frágiles y los pacientes de este estudio, que son personas que ya sufren un claro deterioro”.
“Los pacientes pluripatológicos no suponen un grupo muy amplio en proporción, pero conlleva una parte muy importante del gasto sanitario, y clínicamente un reto de atención tremendamente interesante, especialmente englobado en el abordaje y atención a la cronicidad”, anuncia.
En cualquier caso, “no se debería ver el envejecimiento y sus consecuencias desde la perspectiva negativista, sino como un logro, una realidad que hay que afrontar; hoy en día las estrategias europeas van dirigidas a que se viva el mayor número de años posibles libres de discapacidad, manteniendo una buena calidad de vida”, ha concluido el doctor.