“Realismo, empatía y respeto”, lo que se aprende cuando personas con discapacidad intelectual dan la clase en la universidad

Fecha

15/05/2022

Medio

Servimedia

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“Mirar con realismo la discapacidad intelectual, entender mejor a estas personas, comprender sus necesidades, respetar sus opiniones, aprender de ellas, empatizar”. Todo esto y más se llevan las seis alumnas que acaban de terminar el Master de Calidad y Mejora de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), donde dos mujeres con discapacidad intelectual usuarias de Fundación Prodis, Ana Verde y María Becerra, han ejercido de codocentes.

En declaraciones a Servimedia, las seis aseguran que “esta oportunidad” les ayudará “a ser mejores profesoras” tras lo aprendido a partir de esta experiencia en la asignatura Intervención Educativa Avanzada en Personas con Diversidad Funcional.

María tiene 24 años, estudió en centros ordinarios y en la actualidad trabaja en una consultora. Por su parte, Ana Verde cuenta ya con 39 años, cursó estudios en el centro de educación especial María Corredentora y forma parte de la primera promoción del programa Promentor, un proyecto de formación universitaria para el empleo de personas con discapacidad intelectual impulsado también por Fundación Prodis y la UAM, en marcha desde 2005.

Son dos personas muy distintas, con experiencias vitales muy diferentes, que se complementan a la perfección. “Todo un lujo para sus alumnas”, que gracias a la colaboración entre su universidad y Prodis han podido acercarse a realidades muy diversas de la discapacidad intelectual.

Así lo cree también el profesor Pablo Rodríguez, codocente junto a Ana y María en esta asignatura y líder del proyecto “Voces pedagógicas y co-docencia en la enseñanza universitaria”.

“Digamos que yo me ocupo de los contenidos más teóricos, de los modelos de intervención y de las explicaciones de los bloques temáticos de la materia (diseño universal, familia, centros ordinarios, educación especial, accesibilidad e intermediación laboral y empleo con apoyo)“, explicó a Servimedia.

Por su parte, Ana y María relatan sus experiencias, opiniones y e ideas en cada uno de estos módulos, para que las estudiantes “vean el impacto y las necesidades reales” de todo lo explicado. Rodríguez precisa que “este es un proyecto de co-docencia”, así que “absolutamente todo (temarios, sistema de evaluación, deberes, correcciones…), lo decidimos entre los tres”.

El lunes es el día en que se reúnen para preparar sus clases; el miércoles, el día de comparecer ante las alumnas, que valoran la experiencia de forma muy positiva. En general, los contenidos sobre discapacidad que se ven en el grado “son muy teóricos y escasos”.

Por eso, todas creen que “esta oportunidad” les ayudará a “ser mejores profesoras” cuando el día de mañana tengan a un estudiante con discapacidad. “A fin de cuentas, es que hemos oído lo que necesitan, nos han contado cuáles fueron sus problemas y cómo se les puede ayudar”.

PROFESORES CONTENTOS

Ana y María están también muy satisfechas con la iniciativa, que les ha permitido “enseñar” a otras personas “cosas que es muy importante que sepan”. Para María, “lo mejor sin duda ha sido que las alumnas nos vean como profesoras y no solo como a mujeres con discapacidad. “Nos preguntan dudas y quieren que les contemos más cosas”, explica, porque “les interesa lo que decimos”.

Ana se queda con “la buena predisposición” de sus estudiantes, que gracias a ellas, han conocido de primera mano cómo es un centro de educación especial; cómo funciona el empleo con apoyo; cómo afrontan las familias la situación de sus hijos, y en qué consiste la intermediación laboral con personas discapacitadasEn el SID sugerimos utilizar la palabra o expresión Personas con discapacidad en su lugar..

También han escuchado testimonios difíciles, como el buillyng que María sufrió de adolescente o su experiencia en su colegio integrado, sin adaptaciones ni apoyos.

Este último punto, el de las ayudas que se precisan, interesó mucho a las alumnas, en especial lo referido a sistemas de comunicación alternativa y aumentativa y a la lectura fácil.

¿Y lo peor? Las dos coinciden en el reto que para ellas supuso hablar en público, a lo que María añade la elección de los contenidos. “Hay tantas cosas que enseñar, que a veces es difícil ponernos de acuerdo y elegir qué contamos en cada clase y qué se queda fuera”, explica. Ana lo tiene claro: “Para mí, lo peor es poner las notas”.

Pablo admite la complejidad de estos aspectos, y subraya que “la co-docencia es un proceso complicado”. “Por lo general, un profesor decide consigo mismo cómo va a dar la clase, qué va a incluir y cómo quiere evaluarla”, explica. “Ahora somos tres personas para ponernos de acuerdo, así que cuesta más”. “Esto supone cambiar el chip, aunque resulta muy enriquecedor”.

Gracias a este proceso, “he aprendido a respetar, comprender y aceptar otras maneras de enseñar”, confiesa satisfecho.

EXPORTAR EL MODELO

Ana, María y Pablo pondrán en común sus descubrimientos y hallazgos en la segunda fase de este proyecto de I+D, que forma parte del programa de estímulo a la investigación de jóvenes doctores financiada en el marco del convenio entre la Universidad Autónoma de Madrid y la Comunidad de Madrid relativo a los años 2019-202.

Según Rodríguez, su objetivo es “analizar la utilidad de este método de enseñanza y ver si es posible replicarlo en otros estudios donde el trato directo con el usuario es determinante”.

A través de encuestas y de entrevistas en profundidad a alumnos y profesores, “queremos ver la posibilidad de exportar este modelo de co-docencia a otras carreras ” como trabajo Social, Psicología o Enfermería.

De hecho, insiste, la investigación no se limita a personas con discapacidad, sino que también busca estudiar las posibilidades de que otros colectivos (pacientes, inmigrantes, población ex reclusa…) ejerzan como ‘profesores’ en ciertos estudios.

En su opinión, este tipo de enseñanza “de momento es más apta para másteres, donde hay menos estudiantes y están más motivados, aunque también podría extenderse a los Grados”.

A las jóvenes que acaban de terminar esta asignatura les parece muy buena idea, aunque Pablo, Ana y María, que aún deben terminar de corregir trabajos y evaluarlos, tienen sentimientos contradictorios.

Pablo estaría encantado de que muchos más alumnos se matriculasen en el Master, aunque su gestión fuese más complicada.

A María y a Ana les da cierto vértigo pensar en una audiencia superior, aunque creen que al final, serían perfectamente capaces. “Es que aquí estamos en familia”, afirman”, pero “¿por qué no agrandarla?.

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