Miguel Ángel Verdugo Alonso lleva 45 años dedicado a la investigación. Calidad de vida o inclusión están entre los temas que ha abordado este catedrático de Psicología de la Discapacidad adscrito a la Universidad de Salamanca. Su nombre aparece en cientos de ‘papers’ y en decenas de libros y artículos, y es un habitual de las conferencias dentro y fuera de España. Si tiene que quedarse con un logro, confiesa que se siente orgulloso de dirigir el Instituto Universitario de Integración en la Comunidad (Inico), pues fundarlo supuso un ‘empujón’ al estudio de un campo tan «complejo» como necesitado de datos que «aporten reflexión». Aunque no es la primera distinción en su estantería, este veterano académico recibe el Premio de Ciencias Sociales y Humanidades «con alegría y muy contento», ya que considera que reconoce la importancia de estos avances.
Porque si el profesor considera que la discapacidad, en la sociedad de hoy, «está mucho mejor entendida y es más visible», aún queda mucho recorrido. «Hace falta un enfoque de sistemas», explica Verdugo: «Una persona con discapacidad necesita que se tengan en cuenta tres niveles de trabajo: el de las administraciones, que deben ser potentes, analizar los indicadores y ofrecer recursos; el organizacional, que debe ofrecer oportunidades en ámbitos como el educativo o el laboral, y el profesional, aquel en el que deben encontrar estrategias de apoyo», resume.
La «batalla» de las palabras
En cualquier caso, cuenta que la estrategia debe adaptarse a cada situación, pero siempre con «respuestas lo más ordinarias y naturales posibles» para que la persona viva en sociedad y no «segregada». No en vano, «la discapacidad forma parte del entorno natural de todas las personas», que a lo largo de su vida también pueden atravesar circunstancias, como la vejez o un embarazo, que les impidan hacer ciertas cosas, indica.
La solución no pasa por alejar a las personas de sus barrios o de su familia. Tampoco por sustituir la palabra por ‘diversidad funcional’, ya que el experto comenta que es una «moda» que llega «con buena voluntad», pero que marca «un error grave». «La terminología es una de las batallas de la discapacidad, y decir diversidad funcional es no decir nada, porque la sociedad ya es diversa, así que sólo invisibiliza», señala.
En un campo con un sinfín de aristas, la trayectoria del galardonado permanece imparable. Sobre la mesa ya hay otro puñado de proyectos, entre otros, tres que estudian el daño cerebral, la educación inclusiva o cómo desinstitucionalizar la discapacidad.
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