El récord de días confinados lo tienen las residencias, tanto de mayores como de personas con discapacidad. Si ya es duro sobrellevar una enfermedad neurodegenerativa y crónica como es la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la esclerosis múltiple, más difícil se hace en esta situación de pandemia.
En Salamanca, en la residencia de la Asociación de Esclerosis Múltiple (Asdem) que gestiona la Fundación Asprodes junto a la Chinchibarra residen 19 usuarios de las 20 plazas disponibles. Bien por las afecciones respiratorias derivadas de la Esclerosis Múltiple o bien por el sistema inmunodeprimido que padecen otros, o por ambos, los usuarios son un colectivo de alto riesgo. Por eso días antes del Estado de Alarma, ya el 9 de marzo, en la residencia se optó por el aislamiento preventivo, restricciones en las visitas de familiares y medidas de prevención que han surtido efecto, logrando alejar el coronavirus de esta residencia, gracias también al compromiso y la implicación de los profesionales que allí trabajan, que se han dividido en dos turnos de 12 horas para reducir entradas y salidas, mientras los técnicos trabajan a distancia.
“Al estar lejos de sus familias, los residentes tienen más carga emocional. A ello hay que sumar el miedo al COVID, ya que son un colectivo, en la mayoría de casos, de mucho riesgo. Están deseando ver a diario a sus familias a través de videollamadas. Trabajamos con ellos las emociones, pero también están contentos por la implicación del equipo”, explican desde dirección.
Además de las ganas de abrazar a sus familias tras 63 días confinados sin salir, los enfermos de esclerosis y ELA residentes echan de menos a los voluntarios, un equipo que siempre está muy presente en esta residencia, pero que han sustituido sus visitas por vídeos de ánimo y apoyo. También los profesionales de esta residencia, que tienen una responsabilidad “hiperestricta”, soportan no sólo una carga física por su nueva rutina laboral de 12 horas, sino emocional, ya que no pueden salir de sus casas cuando están fuera del trabajo para evitar contagios. Su compromiso es digno de elogio.
La zona ajardinada de la residencia, que se desinfecta diariamente, hace más llevadero el confinamiento. Es la “vía de escape”. Allí en el jardín se ubica además el huerto, donde el cultivo sirve de terapia en mesas adaptadas para los residentes. Las actividades de estimulación cognitiva, así como las rutinas del fisioterapeuta se mantienen de lunes a viernes, mientras que el ocio se deja a libre elección individual y no se pauta, sino que se adapta a las necesidades y peticiones de cada usuario. El amplio espacio de la residencia, con dos módulos, habitaciones individuales y el jardín hacen menos duro este largo aislamiento, donde nunca faltan cada día los aplausos a las ocho. “Salen muy motivados y sensibilizados en la hora de los aplausos”, reconoce dirección.