Fruto de la pandemia del coronavirus, los trastornos depresivos alcanzan a casi el 20% de la población. Esos son los datos arrojados durante el XIX Seminario Lundbeck «Covid-19 & Depresión, la tormenta perfecta» organizado en Sitges. En 2017 era el 7%, según la última Encuesta de Salud. Además, el confinamiento y las consecuencias de lidiar con la covid han aumentado la búsqueda de ayuda profesional en casos leves de depresión así como una mayor concienciación de la salud mental.
Lorenzo Armenteros, médico y miembro del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), analiza dónde han estado los puntos más vulnerables de nuestra sociedad: «Las consecuencias de la pandemia se están pagando en patología emocional. Los dos grupos más frágiles han sido los adolescentes y las personas mayores. Unos porque en su vida diaria necesitan socializar, otros porque la soledad y estar fuera de su entorno familiar y sin visitas les ha hecho que afloren ciertas que patologías que estaban enmascaradas o no existían», sostiene. Las mujeres, indica, también han sido más vulnerables que los hombres: «Solo hay que ver quienes han trabajado bajo más presión: cajeras, limpiadoras…», arguye.
Uno de los caminos para encauzar la situación, a ojos de Armenteros, pasa porque los equipos psicólogos trabajen de la mano de los equipos de Atención Primaria. Considera fundamental el tratamiento multidisciplinar, con médicos de familia y psicólogos de la mano: «El psicólogo tiene que formar parte del equipo de Atención Primaria, no puede ser un anexo del hospital. Se convierten en una especie de cribado de la psiquiatría del hospital. Tiene que ser un elemento sanitario que forme parte del equipo, que nosotros hablando con él nos sirva para derivar aquellos trastornos subsidiarios para ser tratados».
Sin embargo, los ponentes participantes llegaban a la conclusión de que el aumento de los casos de depresión se irá estabilizando en los próximos años. «Las cifras volverán a cierta normalidad a lo largo del año que viene, pero no hay que olvidar que esa «supuesta» normalidad consiste en que los trastornos mentales tienden a aumentar de forma lenta pero progresiva», ha declarado Eduard Vieta, jefe del servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona.
Pese a la llamada a la calma de Vieta, que considera que los datos volverán a controlarse, tampoco cree que vayan a disminuir, si no que aumentarán: «Ya iban en aumento antes de la pandemia. Ya no aguantamos tanto como nuestros abuelos, y no es una crítica. La mejora de la calidad del nivel de vida nos hace más vulnerables. Soy optimista».
Una de las cosas que ayuda a estabilizar los casos de depresión es la toma de conciencia de la propia enfermedad. Rosa Molina, psiquiatra en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, lo considera la clave: «La gente está más concienciada y dispuesta a pedir ayuda. Tengo la impresión de que empiezan a llegar casos más leves que antes no siempre llegaban a las consultas», declara.
Banalizar la depresión
Sin embargo, naturalizar las enfermedades mentales también ha provocado una cierta banalización de la depresión. Tal y como asegura el doctor Vieta, «no es lo mismo tener síntomas depresivos que tener una depresión, y lo mismo se aplica a la ansiedad. Muchas personas han percibido malestar emocional, nerviosismo y dificultades para conciliar el sueño». El 33% de los pacientes ingresados por covid-19 presentaban depresión.
La escritora Almudena Sánchez, autora de la obra Fármaco en el que relata su lucha contra la depresión, también ha sido una de las ponentes de la jornada y ha querido naturalizar la enfermedad, así como darle la importancia que merece: «Hay muchos bulos sobre la depresión. No es una enfermedad que no se cure y tampoco es un cuento o una tontería. Los fármacos, al igual que mitigan cualquier otra enfermedad física, también lo hacen con la depresión», ha asegurado.
Para trabajar, evitar y combatir enfermedades mentales, la doctora Molina hace una defensa del uso de las redes sociales, ya que según ha constatado «están mostrando un enorme potencial para combatir y compensar estos efectos. Ejemplo de ello son las campañas de muchos influencers en redes sociales que han hablado de su asistencia al psicólogo y psiquiatra de una manera abierta y desestigmatizando».