Esta vez el Comando Numantino de Soria está de moda al completo se dirige a explorar las ventajas y desventajas de subir a la Laguna Negra sobre ruedas. Como buenos sorianos debemos experimentar de primera mano la accesibilidad de uno de los iconos de la provincia.
Por decirlo de una manera suave, la experiencia no fue del todo buena. Pero vamos por partes. Decidimos ir en la época en la que no está regulado el tráfico de vehículos. De esta forma pudimos llegar hasta el último aparcamiento con nuestro coche. Aunque, como conocedores de la zona, intuíamos lo que se nos venía encima, comenzamos contentos y tope de poder. Total, para alcanzar nuestro objetivo sólo quedaban 200 metros por recorrer, los 200 metros del infierno.
Aparentemente para cualquier viandante puede parecer una senda con losas de piedra planas. Pero la unión entre ellas no es uniforme, presentan grandes huecos y considerables desniveles como podéis ver.
¿Qué se consigue con esto? Que las ruedas de la silla se claven, se atasquen y sea imposible circular medianamente bien. La solución hasta que las cosas se ponen peor aún es la que veis, “caballito”, 1 persona cogiendo las riendas por detrás y 2 delante tirando del carro. Súper cómodo para los riñones…
Y tirando de esta manera y haciendo relevos entre quienes empujaban, porque la cosa cansaba tela, llegamos a la pradera de la salvación y el descanso. Allí optamos por abandonar durante un trecho el camino de baldosas amarillas que lleva a Oz. Se agradecía ir por la hierba y la tierra que era peccata minuta comparado con lo que acabábamos de pasar y con lo que nos esperaba. Después del remanso de paz volvimos a la carga por nuestras amigas las piedras. A lo lejos se oteaban unas escaleras, mal asunto. Pero por un momento vimos un rayo de luz y esperanza al llegar a estas señales. La opción de la derecha mostraba el típico icono de la silla de ruedas así que nos dio por pensar que había un camino accesible para personas con discapacidad. ¡Genial, nos libramos de las escaleras!
Y así con fuerzas renovadas escogimos el camino “adaptado”. Por lo que a adaptación se refiere igual se entiende que no había escalones, pero ninguna facilidad más. Al contrario. Fue la peor parte de toda la expedición. El epicentro del infierno. Una senda ladeada, llena de piedras en punta, raíces, trozos demasiado estrechos, etc. Vamos, lo que es pura naturaleza, tampoco nos olvidemos de dónde estábamos, pero si nos dicen que el camino es accesible desde luego eso no lo era. Allí ya no valía hacer el caballito, ni ir marcha atrás, ni haciendo eses… Nada.
De aquella parte no podemos mostraros fotos porque hicieron falta las 4 personas para hacer de sherpas de la montaña y portar la silla. Para que os hagáis una idea: seguro que todos tenéis un pueblito rico, una cuadrilla o habéis visto una procesión donde se saca a la Virgen. Pues así fue la escena, 4 fieles llevando cada uno un anda procesional. Como en este tramo no podemos poneros ni una imagen, os dejamos una de la procesión de la Virgen de nuestro pueblo, que viene a ser parecido y es muy bonita. Sólo nos faltaron los gaiteros…
Hubo que hacer varias paradas para descansar los brazos, las piernas, las costillas y para que a la elevada por los aires no le diese un ataque de pánico. Cansancio, sudores, risas, alguna que otra palabra malsonante y por fin llegamos. Hay que repetir que aquella adaptación resultó ser una faena, pero… ¡Silencio! la Laguna Negra hablaba ante nuestros ojos.
Alcanzada la Gloria ya era muy fácil transitar allí. Hace ya bastantes años que se puso una pasarela de tablas para poder pasear cómodamente por una buena parte de su orilla. Para los más puristas aquello es un sacrilegio que no hace más que adulterar la zona. Eso para los más puristas, pero señores y señoras, si nos ponemos en la piel de los demás, todos tenemos derecho a disfrutar de aquello. Además, nunca se sabe cuándo le puede hacer falta a uno…
No vamos a hablar de lo preciosa que estaba la laguna. Ni de la paz y el relax que allí se respira. Tampoco vamos a decir que el entorno es tan espectacular que hizo que el esfuerzo titánico mereciese la pena. No es necesario enumerar las 1001 características que hacen que sea uno de los lugares más populares de toda la región. La Laguna Negra enamora por sí sola.
Después de pasar allí toda la tarde, tocaba volver al mundo terrenal. Había que descender. No os decimos más que preferimos bajar todos por las escaleras a utilizar de nuevo la senda de los horrores. Los pocos turistas que por allí quedaban, aparte de ofrecernos su ayuda amablemente, nos miraban como si estuviésemos chalados. Nunca creímos que unos peldaños ayudarían tanto a una silla de ruedas… Lo que tocaba a continuación hasta llegar al aparcamiento ya sabéis lo que era, la misma senda con sus mismas losas. La operación a seguir la misma también, otra vez a tirar de “caballito” pero con la diferencia de que esta vez la cuesta abajo tiraba de nosotros, a veces para bien y a veces para mal.
¡Fin de la experiencia de la Laguna Negra sobre ruedas! Reto conseguido, ahí es nada. Ese día nadie necesitó ir al gimnasio y descansamos la mar de bien…
¡Hasta la próxima expedición sobre ruedas!
Nota de la redacción transmitida por el Comando Numantino:
Querréis saber que en su día se contactó con las Administraciones Públicas, tanto a nivel provincial como territorial para elevar una queja sobre el asunto. Después de mucho pasarse la pelota unos a otros y de mucho insistir para que la Consejería de Cultura y Turismo de Castilla y León se dignase a dar una triste contestación, la respuesta fue que ya estaba adaptado el lugar. Únicamente hay que pedir una silla especial que es necesaria portarla entre unas 2-3 personas. La verdad es que es un gran invento para acceder a inhóspitos lugares, no quitemos méritos, pero para subir a nuestro destino se puede poner otra solución. Una especie de carril bici con buen firme y que tampoco causaría gran impacto medioambiental. Nosotros todavía estamos esperando una contestación ante esta petición/sugerencia.
No merecen ser maltratados de este modo. Alguna solución tiene que haber para facilitarles la excelsa y desagradecida labor que hacen.