El próximo 25 de mayo es la fecha marcada por el Gobierno en el plan de desescalada para la apertura de los centros de educación especial, con asistencia voluntaria del alumnado. En Salamanca la medida afecta al centro público ‘Reina Sofía’, así como a los colegios “La Cañada” de la asociación de personas con autismo Ariadna, “El Camino” de la asociación de personas con parálisis cerebral Aspace, o “Los Tilos” de Asprodes.
La apertura de estos centros aliviará la situación de muchos padres, que durante casi dos meses compaginan en muchos casos sus teletrabajos con el cuidado 24 horas de sus hijos con discapacidad, además de ejercer de profesores, fisioterapeutas y logopedas improvisados. Un trabajo duro de cuidado de niños y jóvenes de hasta 21 años, en algunos casos muy dependientes y con pluridiscapacidades, que ya “pesa” física y mentalmente en sus progenitores. No obstante estos alumnos, algunos inmunodeprimidos o con patologías asociadas, son un colectivo de riesgo ante el coronavirus, por lo que los padres y madres no pueden ocultar la preocupación por esta vuelta a las aulas.
“Lo que si tenemos bastante claro los padres es que si hay riesgo para la salud de los chicos no servirá de nada. Con bastante incertidumbre de salud vivimos a diario como para sumar más ahora. Deberían, al menos, hacerles test a los niños antes de nada. Son colectivo de riesgo aunque sean niños”, reclama Patricia Gálvez, presidenta de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos de “El Camino” de Aspace.
El Gobierno tampoco ha dado detalles de cómo será la vuelta a las aulas ni de las medidas para evitar contagios, y aunque el ratio de alumnos por aula en centros de educación especial ya es bajo, se presupone que será aún más reducido. Así lo explica Marian Oliva, directora de “El Camino”, centro que ya ha comenzado ha preparar su plan para atender al mayor número de alumnos posible, aunque con aulas de 3 niños, con turnos y más espacios para comedor, higiene bucodental y uso de baños, y medidas restrictivas como la prohibición de entrada de padres y la supresión de actividades en el exterior o programadas.
“Yo no he salido aún de casa por miedo, porque mi hija está delicada de salud. Por eso en la vuelta al cole optaré por unas horas para que haga fisioterapia y esté en contacto con sus profesores, que lo necesita, pero no toda la jornada”, reconoce Carla, madre de una alumna de Aspace.
Aprendizaje, a través de la pantalla
Pese al cierre físico de colegios de educación especial, el proceso de enseñanza se mantiene a través de las pantallas. En Aspace, explican que siguen cubriendo las necesidades de los 45 alumnos con pluridiscapacidad y parálisis cerebral, no sólo en los aspectos educativos, sino también en todas las áreas de rehabilitación, sesiones de fisioterapia, logopedia, educación física y psicología, además de aspectos más asistenciales cuando se ha requerido. “Mantenemos, dentro de la situación y posibilidades, las rutinas establecidas y consolidadas en el colegio, así como el desarrollo del trabajo programado , aún en la distancia”, explica la directora del centro, Marian Oliva. Para ello, además de las sesiones virtuales presenciales, se envían tutoriales para intervención, se elabora y envía material educativo, guías personalizadas… todo ello compaginado con actividades lúdicas grupales como zumba o magia. Las dificultades se han transformado en oportunidades gracias a la implicación de los profesionales y familias.
“Se han volcado mucho”
Carla, madre de Noa, de 7 años y con parálisis cerebral, alumna de Aspace, habla de las clases en casa. “La tutora siempre está pendiente, nos manda fichas, vídeos, canciones de rutinas que les sirven para colocarles en el tiempo, juegos por internet… Es verdad que la niña a veces se cansa porque no es lo mismo el contacto con los profesores, pero los profesionales se han volcado mucho”.