“La gente con Síndrome de Asperger percibe el mundo de modo diferente de todos los demás. Nos encuentran a los demás extraños y confusos. ¿Por qué no decimos lo que queremos decir? ¿Por qué decimos tantas cosas que no queremos decir? ¿Por qué hacemos tan a menudo comentarios triviales que no significan nada en absoluto? ¿Por qué nos aburrimos e impacientamos cuando alguien con Asperger nos cuenta cientos de cosas apasionantes sobre horarios, números de identificación grabados en las farolas del Reino Unido, las diferentes variedades de zanahorias o sobre los movimientos de los planetas? ¿Por qué toleramos sensaciones de luz, oído, olfato, tacto y de gusto que son tan confusos sin llegar al punto de gritar? ¿Por qué nos importan las jerarquías sociales? ¿Por qué no tratamos a todo el mundo del mismo modo? ¿Por qué tenemos relaciones emocionales tan complicadas? ¿Por qué nos mandamos y recibimos los unos a los otros tantas señales sociales? Y ¿Cómo les sacamos significado? Por encima de todo, ¿por qué somos tan ilógicos comparados con la gente con S.A.?
La verdad es, por supuesto, que aquéllos con el síndrome son una pequeña minoría. El modo en que perciben el mundo tiene sentido para ellos y tiene algunos aspectos que son admirables, pero a menudo les lleva a conflictos con los modos de pensar, sentir y obrar convencionales (es decir, mayoritarios). Ellos no pueden cambiar y a menudo no quieren. Sin embargo, sí necesitan ayuda para hallar modos de adaptarse al mundo como es, en orden a utilizar constructivamente sus especiales destrezas, a comprometernos con sus intereses especiales sin llegar a conflictos con los demás, y a conseguir, tanto como sea posible, algún grado de independencia durante la vida adulta y algunas relaciones sociales positivas.
Los padres, otros miembros de la familia y profesionales tienen que entender el punto de vista de la gente con Síndrome de Asperger a fin de trabajar con ellos eficientemente.”