Con este estudio, en el que han participado 429 personas con enfermedad mental y 112 familiares, así como personas expertas del ámbito social y sanitario, y entidades proveedoras de apoyo a personas con enfermedad mental, se ha querido dimensionar y conocer las condiciones actuales de vivienda de las personas con enfermedad mental, sus necesidades, preferencias y expectativas de futuro del colectivo, identificando así perfiles de necesidad e itinerarios de atención adecuados, con el fin de poder plantear propuestas de actuación y de mejora.
Destacar que el 65% de las personas que participan en el mismo, señalan como expectativa de futuro poder vivir en su propio domicilio, frente a un 15% que desea hacerlo en el domicilio familiar, y solo el 3% manifiesta querer hacerlo en una residencia y un 8% en una vivienda con apoyo con otras personas en su misma situación. La falta de oportunidades formativas y laborales, que deriva en escasez de recursos económicos, la falta de confianza y autoconfianza en sus propias capacidades para vivir de manera independiente, y la escasez de apoyos especializados en el propio hogar, son un caldo de cultivo que les impide aspirar a una vida en comunidad que posibilite responder alto y claro dónde, cómo y con quien quieren vivir. Por otra parte, existe un consenso entre todas las personas participantes en el estudio en relación al déficit de plazas residenciales y de viviendas con apoyo, por lo que es una prioridad incrementar el número de plazas en ambos dispositivos, así como disponer de recursos de respiro y estancias temporales para las personas con enfermedad mental, ya que no se han desarrollado hasta el momento. Atendiendo a los resultados, parece claro que se debe apostar de manera clara y firma, tanto desde las administraciones públicas como desde las organizaciones, por el modelo de apoyo a la vida independiente, y por el diseño de proyectos individuales de vivienda con cada persona que permita una planificación adecuada.