Imagine una sociedad donde la gente no miente. No hablo de no mentir por convicción, sino porque no sabe.
Imagine que la sinceridad más cruda es la que impera en todas las respuestas cuando se plantea una cuestión.
Esta sería una sociedad formada únicamente por personas con Trastornos del Espectro Autista (TEA).
Desgraciadamente estos trastornos conllevan otras muchas implicaciones que dificultan en mayor o menor grado la integración de estas personas en nuestra sociedad. Quizás el hecho de no existir ningún rasgo que pueda identificarlos visualmente hace más difícil que la gente los entienda y acepte, ya que las peculiaridades en su comportamiento se atribuyen con facilidad (y erróneamente) a mala educación, buscar conflicto,…
Pero cuando estamos con un afectado y lo tratamos teniendo en cuenta sus características, descubrimos a una persona peculiar pero maravillosa, y entendemos que si todos aprendiéramos algo de ellos, nuestro mundo sería mucho mejor.