La implementación de intervenciones comunitarias efectivas es un reto por muchas razones, que van desde los costes financieros y de tiempo a la falta de infraestructura, la diversidad de contextos locales y los obstáculos a la fidelidad. Pero antes de todo esto se cuenta el intercambio limitado de información entre los investigadores que desarrollan intervenciones y los profesionales que las implementan, que suele denominarse la “brecha entre la investigación y la práctica”. En este artículo utilizamos la teoría de redes y revisamos una docena de experimentos de mundo pequeño para comprender la brecha ciencia-práctica, obteniendo tres lecciones fundamentales: (1) las distancias espaciales y sociales se relacionan con la severidad de la brecha, (2) las fronteras sociales pueden traducirse en cámaras de eco y circuitos cerrados, y (3) las brechas más amplias reducen la probabilidad de un intercambio de información con éxito. A partir de estas lecciones se recomienda que los investigadores y los profesionales recurran a la ayuda de intermediarios que conocen a personas que ellos no conocen y que son diferentes a ellos.
Resumen recogido de la publicación