Este artículo analiza las implicaciones éticas que trae consigo reconocer la discapacidad como una cuestión de derechos humanos. La manera más difundida de comprender la discapacidad está inspirada en una estructura bienestarista que relega los deseos de la persona a las necesidades del colectivo. Esta nueva conceptualización, inspirada por influyentes filósofos como Dworkin y Margalit, entiende la dignidad como un derecho de la persona a que su vida se desarrolle en un contexto inclusivo generador de autorrespeto.
Resumen recogido de la revista